Después de no escribir por un tiempo en este espacio, vuelvo al Blog para compartirles una trilogía acerca de los secretos familiares: “Cada familia es un mundo” es una frase tan común de escuchar, tanto como que todas estén llenas de secretos.
Este año en Mandala iniciaremos una nueva formación, que servirá como un mapa de ruta para conocer estos secretos familiares y facilitarles el proceso de descubrimiento a nuestros consultantes. Inspirada en las herramientas que conoceremos, te invito en esta oportunidad a realizar un ejercicio práctico además de compartir esta valiosa información. Me inspiro en los textos del libro titulado Secretos Familiares: ¿decretos personales?, de la psicoanalista transgeneracional argentina, Diana Paris.
No es cierto que todos los miembros de una familia manejan la misma llave. Como en el cuento de Barba Azul, en todo relato familiar hay puertas vedadas, cofres cerrados o puentes destruidos que nos impiden avanzar. Vivimos entre frases, que funcionan como llaves de esos lugares herméticos donde se resguardan los secretos. Mi mamá continuamente contestó a mis dudas diciendo la frase: “Iarita, siempre preguntando esas cosas. ¿Para qué querés saber eso? Lo que pasó, ya pasó”. Y ese tipo de respuestas, típicamente usadas por nuestros ancestros con la intención de cuidarnos, guardan en general un secreto celosamente que nosotros cargamos por amor, pero muchas veces se transforma en un síntoma o en un conflicto relacional.
No es necesario encontrar al interlocutor adecuado o cuestionar incansablemente a nuestros familiares para abrir este cofre de secretos y liberar conscientemente estas cargas que llevamos por amor ciego a nuestros ancestros. Hoy existen muchas herramientas para hallar y desenredar el entramado que sustenta al dolor.
Por eso el ejercicio práctico que traigo hoy puede ayudarte a descubrir algunos de estos misterios familiares que afectan en tu vida. Te invito para iniciar a trazar sencillamente tu árbol genealógico con ayuda de la siguiente guía:
Este gráfico representa a los ancestros biológicos (no los de crianza), con los que trabajarás. De no conocer el nombre de alguno, solo se coloca el tipo de parentesco que comparten.
De izquierda a derecha:
– Bisabuelo: El padre de tu abuelo paterno.
– Bisabuela: La madre de tu abuelo paterno.
– Abuelo paterno: El padre de tu padre.
– Bisabuelo: El padre de tu abuela paterna.
– Bisabuela. La madre de tu abuela paterna.
– Abuela paterna: La madre de tu padre.
– Padre: Tu padre biológico.
– Madre: Tu madre biológica.
– Abuelo materno: El padre de tu madre.
– Bisabuelo: El padre de tu abuelo materno.
– Bisabuela: La madre de tu abuelo materno.
– Abuela materna: La madre de tu madre.
– Bisabuelo: El padre de tu abuela materna.
– Bisabuela: La madre de tu abuela materna.
En la base del árbol coloca tu nombre, arriba a la izquierda el de tu padre y a la derecha el de tu madre. Mientras vayas subiendo, escribe el nombre de tus abuelos y bisabuelos.
Cuando lo completes, vas a hacer conciencia de algún tema que te afecte y sientas que necesites resolver.
Vas a pararte descalzo sobre el gráfico con las piernas apenas flexionadas y, concentrándote en este problema, te vas a preguntar: ¿A quién le pertenece esto?
Luego, simplemente registrarás si aparece un nombre, un parentesco o una imagen de algún ancestro, conocido o no. Es probable que incluso sientas tener un vago recuerdo de algo que te contaron y que puedas relacionarlo a tus trabas. La idea de esta primera parte del ejercicio es descubrir en qué parte del árbol se esconde el secreto relacionado a lo que te pasa.
Es importante recordar que esta ejercitación no trata de trabajar en lo que ya sucedió porque para ello se puede hacer una constelación familiar u otro trabajo terapéutico.
Además, tenemos que saber que el inconsciente es transgeneracional y, cuando no lo hacemos consciente, la transmisión de información resulta inevitable.
Para liberar la génesis de la incógnita descubierta en el ejercicio, te invito a esta segunda parte: vas a poner una fotografía, el nombre (o parentesco), puede también ser un dibujo o un objeto que represente al ancestro que apareció anteriormente para iluminar su secreto y despojarlo de esa carga. Después, vas a escribirle una carta, desde el presente hacia ese momento del pasado, enunciando que hoy sentís su pesar y le proponés abrir luz a eso que permaneció oculto.
Si no identificamos de qué parte del árbol viene el secreto, podemos hacer el ritual frente al dibujo del árbol.
Para hacerlo, se emplea una vela amarilla o del color que nos represente esa claridad y se ubica algún símbolo que otorgue amor y luz a ese secreto anudado. También se puede escribir una frase como mantra, por ejemplo: Abuela (nombre de la abuela), veo desde estos nuevos ojos el dolor que significó esconder… tal o cual cosa… (también puede ser una emoción) y ya no es necesario que siga en las sombras, pues mis ojos hoy hacen luz.
Finalmente, vas a registrar por escrito todo lo que aparezca durante el proceso y luego de que lo termines (pueden ser emociones, pensamientos, sueños, ideas, etc.).
Con esta práctica se puede aprender y aprehender cómo desprendernos del peso del secreto que llevamos a cuestas en el presente y que viene arrastrándose de las generaciones pasadas, regresando una y otra vez para visibilizarse y liberarse.
En las siguientes publicaciones seguiré profundizando en este tema. Pero para dar fin momentáneamente a este tema, quiero recordarte que: las pesadillas, rumores y ese “algo inexplicable”, que persisten enredados dentro tuyo, realmente reclaman investigar y comprobar hipótesis que le otorguen sentido al sentimiento de angustia. El saber imaginario vale tanto como el “real” (me gusta entrecomillar esta palabra para no dejar de cuestionarnos qué es eso a lo que llamamos realidad).
Quien haya sufrido un hecho traumático, en su biografía y en su transgeneracional podrá encontrar algún sentido para recuperar esa experiencia, someterse al legado o soltarlo. Cuando trabajamos en soltar, los nuevos vínculos interpersonales significativos pueden cambiar la fase patológica que trae nuestra historia personal y ayudarnos a modificar el estilo afectivo “predeterminado” por la herencia que tenemos.
Los secretos se acomodan en los rincones del árbol genealógico, salen en nombres inesperados, en vínculos inexplicables. De tanto acallarlos se vuelven innombrables y terminamos creyendo que no existen, pero aguardan a que sea hora de tomar conciencia.
Con este posteo y ejercicio, espero de corazón que puedas hallar la llave que te ayude a abrir el cofre familiar de los secretos y que puedas tener una vida más sana, más plena y más feliz.